Antiguo Testamento La paciencia de Dios con un pueblo que se queja
Faraón es la evidencia más clara de la necesidad que existe de que el Espíritu obre en los corazones de los hombres. En repetidas ocasiones, Egipto experimentó los severos juicios de Dios. Fue solo después de la última plaga, la décima, que Faraón dejó ir a los hebreos. ¿El corazón de Faraón había cambiado? ¿Se humilló ante el Señor? No. Inmediatamente después de que los hebreos partieran, él se olvidó de las aflicciones que le habían sobrevenido. Cuando la aflicción se fue, su ira se encendió nuevamente –se encendió no solo contra los hebreos, sino también contra Dios.